Los egipcios tenían un concepto de familia muy cercano al nuestro y muy distinto al de otras sociedades de la Antigüedad pues no poseían una jerarquía rígida y la mujer gozaba de una notable independencia en comparación con otros pueblos. Así pues, su organización familiar era en parte diferente a la de Grecia, Roma y otras sociedades del Próximo Oriente.
En el mundo egipcio, el modelo de familia que sobresalía era el nuclear y, de hecho, parece que no se le daba tanta importancia a otros vínculos familiares. Ello lo podemos comprobar desde el plano lingüístico, pues no tenemos tantos términos que hagan referencias a familiares, y desde el plano arqueológico, pues las tumbas son unipersonales y aparte del difunto están, como mucho, la mujer y los hijos.
También lo sabemos en buena medida por las representaciones de escenas de la vida cotidiana en las tumbas así como en los textos literarios donde se hacen muchas referencias a las familias. Al contrario del mundo romano, el hombre que decidía formar una familia se separaba de la familia paterna. De hecho, para autores como Cimmini, fue esta costumbre de evitar las grandes aglomeraciones patriarcales la que hizo que el uso del patronímico quedara relegado sólo a cuestiones administrativas y usos funerarios.
En el mundo antiguo y también en Egipto, el comienzo de toda unidad familiar comenzaba por el lazo entre un hombre y una mujer que se unían en matrimonio. Todo cabeza de familia tenía su propio hogar y, en palabras de Montet, fundar una casa y tomar esposa eran expresiones sinónimas. Ciertamente, para los egipcios estar casado y formar una familia era una de las mayores aspiraciones en la vida. De hecho, ello es un tópico de la literatura sapiencial. Podemos decir incluso que la soltería no estaba bien vista por lo que para aquellos que enviudaban jóvenes lo ideal era casarse de nuevo. Como apunta Cimmini, la finalidad del matrimonio eran los hijos y en esto Egipto no distaba tanto de la tradición de los pueblos del Próximo Oriente.
Es curioso que no tenemos representaciones de esponsales en el mundo egipcio, ni siquiera en el caso del faraón. De hecho, en pocas ocasiones se habla de esta ceremonia en los textos y en los documentos ilustrados. El egiptólogo Montet, nos trae en su obra La vida cotidiana en Egipto en tiempos de Ramsés, el siguiente relato de Setne- Khawas sobre el faraón que por aquél tiempo decidió unir a uno de sus hijos en matrimonio:
“¡Que lleven a Ahwri a casa de Naneferkaptah esta misma noche!” Así se hizo y ahora es la joven la que habla: “Me llevaron como esposa a casa de Naneferkaptah. El faraón ordenó que me entregaran espléndidos regalos en oro y plata y todas las personas de la casa real me los presentaron”
La mayoría de los estudiosos del mundo egipcio piensan, debido a esta ausencia de información, que el matrimonio no contaba con ningún tipo de ritual ni celebración, ni estaba sancionado por ninguna autoridad política o religiosa como, por ejemplo, en el mundo romano. Todo apunta a que dependía simplemente de la voluntad de dos personas que se iban a vivir juntas y que era la convivencia que comenzaba a partir de ese momento la que marcaba el nuevo estado. Ello no nos permite negar con rotundidad que hubiere algún tipo de celebración, quizás la hubiere, pero de ser así tendría un carácter muy íntimo. Al no haber ceremonia que sancionaran el matrimonio, el acto más importante era el traslado de la joven con su ajuar de la casa paterna a la casa del novio, tal y como hemos visto en el anterior fragmento.
Todo parece apuntar que era el instrumento patrimonial el que sancionaba la unión, pues era la propiedad de los contrayentes la que se veía afectada. No obstante, hay historiadores como Montet que no rechazan del todo la posibilidad de que las uniones se registrasen ante un funcionario público. Éste autor va incluso más allá y apunta a que probablemente había alguna sanción de tipo religiosa. Así, es de suponer que, a pesar de la ausencia de documentos que lo corroboren, los esposos posiblemente acompañados por sus parientes entraban en el templo del dios de la ciudad donde ofrecían un sacrificio y recibían una bendición. De la misma manera, plantea la hipótesis de que se celebrara un banquete a modo de celebración. Otro egiptólogo, Adolf Erman, también es de la opinión de que posiblemente existieran contratos matrimoniales pero, como dijimos, estas son hipótesis pues no tenemos matrimonios registrados como tal. Lo que sí parece estar claro, tal y como han apuntado egiptólogos como Cimmini, es que el pretendiente entregaba regalos a la familia de la novia y de ahí radica el que se tratara de un acuerdo sobre la propiedad de los contrayentes.
Con respecto a la edad, según Brewer y Teete, se consideraba que las jóvenes estaban preparadas para el matrimonio tras la primera menarquía. En el caso de los varones se daría probablemente más tarde, entre los 16 y 20 años de edad, cuando se les consideraba lo suficientemente preparados para fundar un hogar.
Mucho se ha discutido sobre si estaba permitida o no la poligamia en Egipto. El matrimonio era, en principio, monógamo incluso en el caso de la familia real, donde sólo había una esposa principal que era la reina y madre del heredero (mwt nswt), independientemente del harén del faraón o de si tuviera más esposas que, si existían, estaban por debajo de ella en rango e importancia. Como señala Cimmini, aún en los casos de poligamia que se verificaban sólo en las familias ricas, la “esposa” era solamente una. El harén es raramente mencionado en las tumbas aunque sin duda era uno de los lujos que solían permitirse los ricos. Es cierto que en muchas tumbas aparece el difunto representado con diferentes esposas pero esto puede deberse a que ha enviudado y se ha vuelto a casar. No hay evidencias que nos confirmen que tener más de una esposa estuviera prohibido, sino que no estaba bien visto. De hecho, tenemos documentos que atestiguan que este fenómeno se daba, como uno que se encuentra en el British Museum (10.052, XV, 4) que refiere que un saqueador de tumbas reales tenía cuatro mujeres y otro caso análogo que encontramos en el papiro Mayer (13/E, 6). No podemos aplicar este patrón a las concubinas y amantes pues el tenerlas no iba en contra del concepto monogámico. No obstante, el adulterio no estaba bien visto y, de hecho, era una de las principales causas de repudio. No es que estuviera condenado que los hombres tuvieran relaciones fuera del matrimonio, es más, podían ir a prostíbulos, lo que en principio no podían tener era una segunda vida con otra mujer. Ello viene dado sobre todo por los hijos ilegítimos que podrían nacer como resultado de estas relaciones. Interesante es, en este sentido, este fragmento del Papiro moral de Bulaq (II, 13, 17);
“Guárdate de la mujer extranjera que no es conocida en su ciudad; no la mires cuando sigue a su compañero, no la conozcas carnalmente. Es como un agua profunda de la que se ignora todo, la mujer cuyo marido está lejos; “soy bella”, te dice cada día, cuando no hay testigos.”
No ocurría lo mismo en el caso de las mujeres. Según algunos relatos que nos han llegado (Papiro Westcar: Papiro d´Orbiney, VIII, 7,8; IX, 8, 9) la adúltera podía ser castigada con la muerte, aunque no se han conservado fuentes jurídicas en tal sentido.
El hombre egipcio podía repudiar a su esposa y viceversa y de esta manera romper el matrimonio. Según Cimmini, normalmente el repudio comportaba una compensación económica y era muy frecuente si la mujer era estéril. Para Erman pudo ser una costumbre que, en tiempos más tardíos, hubiera en torno a un año de prueba tras el matrimonio después del cual y mediante el pago de una suma de dinero, el matrimonio podía ser anulado. Lo que sí está claro es que el procedimiento de divorcio era muy simple. Según Regis Burnet, consistía en la devolución de la dote por parte del marido y el reparto de bienes dentro de la pareja en igualdad de condiciones, al menos en principio. Para este autor, la simplicidad del divorcio favoreció que muchos matrimonios fueran muy cortos y, lo que es más importante, una gran libertad de la mujer en esta materia. Cabe mencionar que las mujeres egipcias tenían el mismo derecho que su compañero a iniciar el divorcio, lo cual manifiesta cómo su situación legal era mucho más ventajosa si las comparamos con mujeres de otras civilizaciones de la Antigüedad. De hecho, en Egipto el matrimonio debe contar con el consentimiento de la mujer, quien en todo momento conserva el derecho de propiedad y no se encuentran bajo la dependencia legal del marido.
En cuanto al matrimonio entre hermanos es una falacia que se ha mantenido desde época griega, aunque no existía ninguna ley ni religiosa ni civil que lo prohibiera. Sí había matrimonios entre primos, sobrinos, etc. pero no era común entre hermanos. Parece ser que la idea de que en Egipto eran comunes estos matrimonios viene dada por una mala interpretación. Por una parte, la manera de dirigirse al esposo o esposa era con la palabra “hermano”/ “hermana” (snt/snwt), igual que la forma de llamarse entre los amantes. Según Montet, después de su unión el hombre seguirá llamando a su mujer swnt y no hmt . Para este autor, esta moda se estableció hacia finales de la dinastía XVIII y duraría, posiblemente, durante todo el Imperio Nuevo. Así, el término “hermano” suple a otros elementos de parentesco. En el ámbito judicial sí se utilizaban otros términos como hay e hmt, que significan marido y esposa.
También contribuye a esta mala interpretación la confusión con la familia real: el faraón era considerado un personaje divino y, para que su descendencia lo fuera también, tenía que tener madre de su misma sangre. De esta manera, se aseguraba la pureza y carácter sagrado del futuro monarca. No obstante, la mayoría de los faraones no contrajeron matrimonio con mujeres que eran sus hermanas, siendo un fenómeno más común en época helenística. Sí era más corriente el matrimonio entre tío y sobrina y, de hecho, tenemos algunos ejemplos como el que encontramos en la tumba de un tal Amenenhat, donde la hija de su hermana, Baket- Amón, está sentada a su lado como su futura esposa.
Lo normal es que la elección de pareja fuera exogámico. En Egipto había mucha libertad a la hora de elegir pareja pues normalmente no era impuesta. Esto, sin embargo, no nos puede llevar a pensar que no se diesen matrimonios por convenio. No sabemos hasta qué punto las familias determinaban el matrimonio de sus hijos pero esta influencia sería mucho mayor en el caso de las mujeres. No obstante, la joven egipcia no era vendida ni entregada y la relación era formalizada con quien se quería. Puede llamarnos la atención esta libertad de elección y cómo los egipcios concebían el matrimonio pero hay muchas sociedades en la Antigüedad donde la formación de matrimonio de esta manera es conocida.
Las representaciones pictóricas en las que aparecen parejas nos muestran que solía existir relación afectiva entre el marido y la mujer. En este tipo de representaciones suele aparecer la mujer con el brazo apoyado sobre la rodilla del marido. En otras, la mujer aparece como acompañante del cónyuge en las distintas actividades que él realiza, además de tener un papel primordial en el funcionamiento de la casa.
Por último, la libertad sexual era muy grande en comparación con otras sociedades de la Antigüedad pues no estaba mal visto tener relaciones sexuales antes del matrimonio y las mujeres no tenían que llegar vírgenes a él. No obstante, no conocemos del todo bien el comportamiento erótico en el Antiguo Egipto pues los textos literarios y las representaciones pictóricas son muy discretas a este respecto y escasas para el período faraónico teniendo un carácter excepcional cuando aparecen.
Bibliografía:
BREWER, DOUGLAS y TEETER, EMILY, “Egypt and the Egyptians“, Cambridge: Cambridge University Press: 2001.
BURNET, RÉGIS,”L´Égypte ancienne à travers les papyrus”, Paris: Pygmalion, 2003.
CIMMINO, FRANCO, “Vida cotidiana de los egipcios“, Madrid: Edaf, 1991.
ERMAN, ADOLF, “Life in Ancient Egypt”, Nueva York: Dover Publications, 1971.
ERWIN, RAY, “Marriage and Family Life in Ancient Egypt” en Social Forces, 13 nº3. Oxford, 1935.
MONTET, PIERRE, “La vida cotidiana en Egipto en tiempos de los Ramses“, Madrid: Temas de Hoy, 1990.
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