La estructura corporal característica del género Homo está definida por una apariencia más esbelta, mayor estatura, miembros superiores acortados y piernas más largas, en oposición al de homininos de mayor antigüedad como los Australopithecus. Según el registro fósil, las primeras evidencias de esta estrctura corporal alcanzan aproximadamente los 2 millones de años, y se encuentran tanto en África como en Asia. Los primeros homininos que lo presentan son los denominados Homo erectus, aunque algunos autores consideran las formas africanas y las asiáticas como especies distintas, llamando Homo ergaster a los especímenes más primitivos encontrados en el continente africano y Homo erectus al resto.
Tradicionalmente, se ha concluido que H. ergaster sería anterior a erectus, protagonizando la primera salida de homininos de África y derivando posteriormente en el segundo. Sin embargo, los restos más antiguos conocidos de H. ergaster en África son coetáneos de los más antiguos de H. erectus en Asia, por lo que esta hipótesis está en entredicho y se baraja como explicación alternativa que un hominino antecesor fuera el protagonista del mencionado Out of Africa.
Estos individuos presentan caracteres anatómicos particulares, tanto craneales como postcraneales, que los hacen diferenciarse del resto de los homininos, además de, como ya se ha mencionado anteriormente, el tipo de cuerpo característico de Homo: piernas largas, brazos cortos y cuerpo elongado.
Por lo general, poseen un cráneo con su máxima anchura en los parietales, torus supraorbitario (continuo en los erectus asiáticos), torus occipital y torus angular, así como mastoides pequeñas. La bóveda craneal de estos especímenes no es muy alta por norma general, y sus cráneos son alargados. Su prognatismo ha disminuido, aunque siguen conservando caras anchas y largas. Presentan fosa canina y arcada dentaria con forma de U, así como disminución del tamaño de los dientes en comparación con homininos de mayor antigüedad. Sus mandíbulas destacan por ser robustas y presentar torus transverso y sínfisis retirada. Finalmente, el volumen encefálico de estos individuos se encuentra entre 650-1200 cm3, por lo que presentan una gran variabilidad. Todos estos rasgos conforman una morfología craneal muy característica, que los diferencia de anteriores homininos y que nos permiten atisbar su carácter humano.
Respecto al esqueleto postcraneal, se puede diferenciar una caja torácica con forma de tonel y una pelvis ancha (más incluso que la de los humanos anatómicamente modernos), con alas ilíacas extendidas antero-posteriormente, profunda (aunque no tanto como las Homo sapiens), y más estrechas que las de homininos posteriores. La morfología de la cintura pélvica y la de los fémures apuntan a una mejora en la eficacia energética al andar y al correr en un modo de locomoción bípedo. Además, el acortamiento de los brazos se da a raíz de un acortamiento del radio, lo que se asocia a la adaptación del complejo antebrazo-mano con fines de manipulación y agarre. También se da una reorientación del hombro. Esto apunta a la utilización manipulativa del miembro superior, lejos de su participación directa en la actividad locomotora. Dichas características son de suma importancia para la inclusión de estos especímenes dentro del género Homo, ya que la locomoción bípeda es una de las características que tradicionalmente han sido atribuidas a este taxón.
Por otro lado, respecto a su tamaño corporal, esta especie presenta un amplio rango de peso y estatura, habiéndose encontrado especímenes desde los 46 a los 68 kg aproximadamente, y de los 1.5 a los 1.8 m de altura estimada (1.48-1.60 y 1.6-1.8 m si diferenciamos entre H. erectus y ergaster). También es necesario mencionar que, generalmente, los H. erectus de Asia son mucho más robustos que los africanos.
Comenzando por el continente africano, las evidencias más antiguas del plan corporal de Homo aparecen con la mandíbula KNM-ER 992 (Ileret, este del lago Turkana, Kenia), considerada como el holotipo de Homo ergaster por C. Groves y V. Mazak, datada en 1,5 millones de años de antigüedad. También es de gran importancia el cráneo KNM-ER 3733 (Koobi-Fora, este del lago Turkana, Kenia), con una antigüedad de 1.75 millones de años aproximadamente. Posee una capacidad craneal en torno a los 850 cm³ y presenta una dentición reducida, en comparación con homininos anteriores. Además, presenta un marcado torus supraorbitario. Por último, el espécimen más completo de esta especie es el llamado «Niño de Turkana» o «Niño de Nariokotome» (Nariokotome, próximo al lago Turkana, Kenia), ya que conserva prácticamente todo el esqueleto. Está datado en 1.5 Ma y la edad estimada de este individuo rondaría los 9-13 años. Su peso estaría en torno a los 50 kg y su estatura sería de 1.6 m aproximadamente. Su caja torácica posee forma de tonel y su pelvis sería ancha, con las alas ilíacas extendidas antero-posteriormente. Las ramas de su mandíbula son anchas y presenta una cara grande con ligero prognatismo. En este individuo se puede observar ya el plan corporal propio de Homo, con brazos cortos, piernas largas y cuerpo longilíneo. También destacan Swartkrans (Gauteng, al noroeste de Johannesburgo) de entre 1,8 y 2 millones de años, y Olduvai (Tanzania) en el que se encuentra una calota robusta adjudicada a esta especie, con una datación de 1.4 millones de años.
Fuera de África, en Georgia, se sitúa el destacado yacimiento de Dmanisi, de aproximadamente 1.7 millones de años de antigüedad, del que ya se ha hablado previamente en esta sección. Este yacimiento no sólo es importante por la presencia de Homo erectus, si no también por su cronología, parecida a la de los primeros fósiles africanos de H. ergaster. También con una cronología similar (1.5 Ma) se encuentra un cráneo muy robusto, de frente muy retirada, en Gongwangling (China). Asimismo, en Java se sitúa el yacimiento de Sangiran (1.7 Ma), en el que se encuentran diversos restos óseos, principalmente calotas y dientes, destacando Sangiran 17 al ser el más completo y conservar los huesos faciales en buen estado. Añadiendo más complejidad a la difícil interpretación de los orígenes de este taxón, los H. erectus de Asia parecen distinguirse en dos grupos que pudieran tener distinta procedencia: uno de mayor antigüedad, representado por los fósiles de Indonesia y sur de China; y otro más reciente, en los ecosistemas menos boscosos de China. Esta hipótesis se ve corroborada por diferencias morfológicas entre los dos grupos, así como por la presencia en la Isla de Flores (Indonesia) de una especie con una morfología más parecida a H. habilis que a erectus (Homo floresiensis), pudiendo representar una población relictual.
Además de poseer unas proporciones corporales propias del género Homo y de desarrollar una locomoción bípeda obligada, estos individuos presentan otras características comportamentales y culturales que los distinguen de homininos anteriores. Así, se observa un aumento de la complejidad de la industria, apareciendo el denominado Modo II o tecnología lítica achelense. Las evidencias más antiguas de este modo se localizan en el yacimiento de Kokiselei (Kenia), con 1.76 Ma. Estas herramientas líticas están también asociadas a algunas piezas de Modo I (Olduvayense), por lo que se debate si dicha industria fue realizada por dos especies distintas, o si H. erectus pudo elaborar ambos modos tecnológicos, encontrándonos entonces ante una etapa de transición cuya industria ha sido denominada «Olduvayense Evolucionado». Con una datación posterior (1.5-1.0 Ma de antigüedad), en el yacimiento de Ubeidiya, situado en los márgenes del Jordán, se hallaron útiles de cuarcita que recuerdan al achelense incial. Curiosamente, en Dmanisi (Georgia), datado en 1.8 Ma, se ha hallado industria Olduvayense, lo que implica que se encuentra un modo anterior al achelense en Asia, prácticamente al mismo tiempo que en África encontramos desarrollo de industria de Modo II. Esto crea un enorme debate sobre la hipótesis tradicional en la que H. ergaster protagonizaba la salida de África y derivaba posteriormente en H. erectus.
Por último, cabe mencionar el uso del fuego por estos grupos humanos. Aunque tradicionalmente se ha considerado que esta especie ya poseía un dominio del mismo, estudios recientes en Zhoukoudian han expuesto que los restos considerados previamente como cenizas, son en realidad fitolitos; es decir, depósitos de sílice de origen vegetal. Por tanto, aunque sí que se encuentran huesos quemados, no se puede inferir un uso tan intenso del fuego en este yacimiento como se esperaba. Este uso queda, sin embargo, constatado en otros yacimientos como Chesowanja (Kenia, África) datado en 1.6 Ma aproximadamente.
Como conclusión, estos homininos constituyen las primeras evidencias fósiles del patrón corporal típico del género Homo; sin embargo, aún no se ha esclarecido dónde y cómo se originan estos grupos humanos, ya que las dataciones propuestas para los yacimientos comentados y la lítica hallada en ellos no corroboran la hipótesis antepasado-descendiente entre ergaster y erectus, apuntando más bien a una coexistencia en el tiempo. A esta complejidad debe añadirse que en Asia podrían distinguirse dos grupos de erectus con orígenes distintos. Por tanto, aún es necesario aguardar con impaciencia a nuevos hallazgos paleontológicos que nos ilustren sobre la filogenia de estos primeros representantes del género Homo, y por tanto, de nuestro propio género.
Bibliografía|
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