¿Os imagináis poder arrojar una piedra a más de trescientos metros sólo con la fuerza de vuestro brazo? La solución existe, sin necesidad de catapulta ni de pólvora, únicamente con una basta herramienta, más parecida a una cuerda que a un arma. Aunque os sorprenda, en la antigüedad había gente que podía hacerlo, y con una maestría realmente asombrosa. Nos referimos a los honderos, famosos por ser usados como mercenarios, entre los cuales destacarían los provenientes de unas pequeñas islas del Mediterráneo, las Baleares.
La honda ha sido una herramienta usada por el hombre desde tiempos remotos. Algunos fijan su origen en el Paleolítico, aunque con certeza, podemos afirmar que se usaba en el Neolítico. Perfecta para ahuyentar fieras o depredadores, y tal vez para cazar, fue una herramienta usada sobre todo por pastores. Pero contaminada por la propia naturaleza humana, esta herramienta no tardaría en ser usada como arma en los campos de batalla de la antigüedad, donde demostraría ser un arma temible en las manos apropiadas.
La honda se puede fabricar con materiales comunes, desde fibras vegetales como el esparto, a materias animales como tendones, tripas o cuero. Trenzando estas materias se puede confeccionar una honda con rapidez, pero no nos engañemos, aprender a manejarla con soltura es algo mucho más complejo.
Seguramente la esencia de lo que fue la honda la encontremos en la Biblia. Todos conocemos la historia del pequeño David que vence al gigante Goliat. En este relato mencionan que David ya había dado muerte con ella a un león y a un oso, los cuales pretendían atacar su ganado. Para dicho combate, el único preparativo de David fue bajar al río y coger cinco piedras lisas, o cantos rodados. Cierto o no, vemos como el relato plasma una historia que se repetiría durante toda la antigüedad. La de un simple pastor que pudo vencer a un soldado mucho mejor armado que él solo con una piedra, y una honda.
Los primeros ejércitos que encuadraron unidades de honderos fueron los asirios, los cuales los alineaban junto con los arqueros tal y como vemos en los relieves de Nínive. Es de suponer que desde ese momento era cotidiano verlos formando parte de ejércitos regulares, integrados con las tropas auxiliares y ligeras. Incluso Jenofonte, en plena huida por territorio enemigo, formó un grupo de honderos. Sacando de entre los griegos a aquellos que sabían manejar la honda, obtuvo con cierta rapidez un destacamento que bien podía competir contra los arcos persas cubriendo su huida.
La presencia de los honderos en los campos de batalla se fue generalizando, llegando al punto de que los generales comenzaran a buscar grupos de estos guerreros para contratarlos como mercenarios. En el Mediterráneo había varios focos de mercenarios famosos por su gran habilidad con la honda, nos referimos a la isla de Rodas, a la de Creta y a las Baleares. No debemos de pasar por alto que curiosamente todos ellos eran islas.
Es en el caso del Mediterráneo occidental donde encontramos a nuestros protagonistas, estos honderos fueron destacados por los cronistas por sus habilidades. Por ejemplo, Diodoro de Sicilia afirmaría de los honderos baleares que “en la práctica de lanzar grandes piedras con honda aventajan a todos los demás hombres” (Biblioteca Histórica, 17, 1). Incluso algunas fuentes tardías llegarán a decir que la honda fue inventada por ellos mismos, destacando así su manejo y destreza. No nos extraña que con esa fama, estos honderos no tardaran en ser contratados por las potencias cercanas, ya fuera en bandos tan opuestos como el cartaginés o el romano.
Para comprender a los honderos baleares debemos de observar sus antecedentes históricos, pues el origen de la honda en las islas tuvo que estar fuertemente ligado a sus primeros pobladores. Serían las comunidades prehistóricas quienes seguramente la llevaron consigo cuando poblaron las islas hace unos cinco mil años. Con el paso del tiempo esa población de las islas evolucionaría, originando la llamada cultura Talayótica entre el 1200-1000 a.C. En este momento la honda sería una herramienta de pastores, actividad que junto con una agricultura rudimentaria, eran la base de su economía. Aunque ya conocían los proyectiles de plomo -o glandes-, pues han aparecido en varias excavaciones, fue seguramente con la llegada de los fenicios a las islas, cuando se generalizó más como arma. Esto se puede afirmar a raíz de que esta llegada coincide con los periodos talayóticos II y III, donde se da un cambio generalizado en los poblados de las islas, y donde se empiezan a registrar mejoras en las defensas de las murallas y un aumento del número de glandes de honda en los yacimientos. Si bien no quiere decir que antes no hubiera conflictos entre las poblaciones de las islas, si se puede hablar de un primer movimiento de resistencia contra los extranjeros. Aunque esta situación tuvo que suavizarse hasta llegar al comercio y a trabajar para ellos como mercenarios.
Respecto a cómo pudieron terminar los honderos baleares combatiendo al servicio de potencias extranjeras hay varias teorías que pueden explicarlo. Una de ellas es la que justifica esta proliferación del mercenariado, es la expuesta por Víctor Guerrero Ayuso en “El Elemento Púnico en la Cultura Talayótica” donde explica que ya desde el final del siglo V a.C. se generalizó un problema con la posesión de la tierra por todo el Mediterráneo central y occidental, donde una parte de población no tenía tierras en propiedad. Esto empujaría a un gran número de personas a combatir como mercenario en los ejércitos de Cartago, o de cualquier tirano griego que tuviera influencia en Sicilia.
En el caso de la población balear, el alistarse como mercenario en ejércitos como el púnico era algo peligroso, pero sumamente beneficioso para su comunidad. Debemos de tener en cuenta que la población balear no estaba tan adelantada como el resto de culturas vecinas, por lo que combatir como mercenario era un modo de conseguir bienes de primera necesidad o artículos de lujo. No falta quien dice que como soldada renunciaban a recibir monedas, prefiriendo cobrar en aceite, en vino o incluso en mujeres.
Al hablar de los honderos baleares, hay varios aspectos en los que las fuentes coinciden casi con unanimidad y que seguramente fue lo que les hicieron destacar sobre el resto de honderos del Mediterráneo. La primera reside en su entrenamiento. Tanto Estrabón, como Diodoro de Sicilia, como Licofronte de Calcis coinciden en el origen de su extraordinaria pericia, centrándose en el riguroso entrenamiento que sus padres les obligaban a realizar desde niños.
“Y las madres señalaron a su hijos más pequeños, en ayuno, el arte de tirar; ya que ninguno de ellos probará el pan con la boca si antes, con piedra precisa, no acierta un pedazo puesto sobre un palo como blanco” (Licofronte de Calcis, Alexandra, versos 636-641).
El segundo aspecto característico que se menciona al hablar de los honderos baleares es que combatían con tres hondas. Cada una de ellas usada para lanzar a una distancia concreta. La primera de ellas era la más larga, que portaban en la mano. Medía un metro de largo y lanzaba glandes de honda a una distancia entre 300 y 400 metros, aunque con ella nos dicen que podían lanzar proyectiles de hasta una mina (400 gr). La segunda honda la llevaban atada a la cintura, medía un brazo más o menos (del pulgar al hombro) y se usaba para lanzar entre treinta y cincuenta metros con un tiro mucho más certero. Y por último, usaban la más pequeña de ellas, la llevaban atada en la cabeza y medía desde el pulgar al bíceps y la usaban para los tiros a muy corto alcance. En palabras de Diodoro Siculo:
“Sus armas son tres hondas, de las cuales llevan una alrededor de la cabeza, otra en torno al vientre y la tercera en la mano. Cuando las necesidades de la guerra lo exigen, lanzan piedras mucho mayores que las que lanzan los demás, con tanto vigor que parecen proyectiles salidos de una catapulta. Por lo cual, en los asaltos hieren gravemente con sus golpes a los que están en las almenas, y en la batalla campal, frente a frente aplastan los escudos y los cascos y toda clase de armaduras con que se cubre el cuerpo. Y dirigen tan acertadamente sus tiros, que la mayor parte de ellos no yerra el blanco” (Diodoro de Sicilia 5, 18).
Debemos de añadir que las distancias que podían alcanzar varían según la fuente, incluso los autores modernos no coinciden del todo. Nosotros nos hemos fijado en las distancias dadas por Luis Pons Livermore en el documental “Menorca a tiro de piedra“. Este lanzador de honda moderno da distancias que están dentro de lo dicho por las fuentes y siendo más conservador que ellas. El problema es que a día de hoy puedes alcanzar esa distancia en un lanzamiento, pero es muy difícil comprobar si dicho lanzamiento sería letal, algo que no debemos olvidar era el objetivo de los mercenarios baleares.
Otro factor muy importante a la hora de lanzar son los proyectiles. Dependiendo del proyectil se podría llegar a una distancia u otra. Entre ellos podemos diferenciarlos según su material o su tamaño. Basándonos en estudios como el realizado a los glandes aparecidos en el yacimiento menorquín de Sanitja, podemos decir que la mayoría de los glandes de plomo tenían forma ovalada o piramidal, pesando entre 40 y 90 gramos. Con ellos se realizarían los lanzamientos más largos, pues su relación peso aerodinámica debía de ser la idónea para combatir. En segundo lugar, tenemos los realizados en cerámica y las piedras pulidas, que rondarían los cien gramos de peso. Podían ser de un material cerámico sin desengrasante o piedras pulimentadas para darle una forma esférica u ovoide. Por último, tenemos que pensar que una ventaja de la honda es que casi cualquier piedra puede ser utilizada para lanzarla, lo cual puede venir bien en un campo de batalla. Sería en este tercer grupo donde las fuentes hablan de piedras de hasta cuatrocientos gramos, aunque si bien estas no alcanzarían mucha distancia, si podrían tener un gran potencial ofensivo.
Estas habilidades atrajeron la atención de pueblos como el cartaginés, quienes los reclutaron durante las Guerras Púnicas. Sabemos que durante la primera guerra púnica, Amílcar empleó un millar de estos honderos baleares, algunos de los cuales aún estaban en Cartago durante la revuelta mercenaria. Dicha revuelta se produjo ya que Cartago no quiso hacer frente al pago de los mercenarios al mismo tiempo que tenía que pagar la deuda contraída con Roma. Finalmente Cartago consiguió someter a los mercenarios sublevados, aunque no sin dificultades. Los honderos baleares, al igual que otros pueblos como los iberos o los númidas combatieron otra vez en el bando cartaginés durante la Segunda Guerra Púnica. El mismísimo Aníbal se llevó en su campaña por Italia a dos mil baleares. Sin duda, fue durante las guerras púnicas donde la fama de los honderos baleares se extendió por todo el mediterráneo, dejando su huella en los campos de batalla de Hispania, Italia e incluso África.
Cuando los romanos consiguieron la hegemonía del Mediterráneo occidental, tampoco dudaron en contratarlos como mercenarios, incluyéndolos como auxiliares en sus legiones y conquistando las islas poco tiempo después. Para ello enviaron a Quinto Cecilio Metelo, quien tardó dos años en someter las islas. Desde entonces combatieron en el bando romano hasta el final de la República, donde los podemos rastrear apoyando a otro Metelo, hijo del anterior, contra Sertorio, o con Julio Cesar durante la Guerra de las Galias y contra Pompeyo, otra vez en Hispania, durante las largas guerras civiles.
Finalmente, con la proclamación de Augusto como emperador y la “Pax Romana” los territorios romanos se sumieron en una cierta tranquilidad, donde las habilidades de los baleares con la honda no eran tan necesarias. Y los productos por lo que antes combatían empezarían a llegar a las islas a través del comercio. Todo esto fue haciendo que la honda se alejara de los campos de batalla y volviera a ser una herramienta propia de pastores.
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Bibliografía:
DIODORO SICULO , “Biblioteca Histórica”, Libros IV-VIII, trad: Juan Jose Torres Esbarranch. Ed: Gredos Madrid (2004)
PLINIO, “Historiae Naturalis”, Libro XXXVII. Vol 1, Ed: Tauchnitz. Leipzig (1830)
PTOLOMEO, “Geografía”, II, Ed: Müller, Vol 1, Paris (1883)
QUESSADA SANZ, F., “Armas de Grecia y Roma”, Madrid: La esfera de los libros, 2008.
CONTRERA, F. MÜLLER, R. MUNTANER, J. y VALLE, F. “El asentamiento militar romano de Sanitja (123-45 a.C.): Una aproximación a su contexto histórico. Mayurqa, 31, 321-349- (2006)
CONTRERA, F. MÜLLER, R. MUNTANER, J. y VALLE, F. “Estudio pormenorizado de los glandes de plomodepositados en el Cehimo”, en Cuadernos CEHIMO 33, 2006-2007, 97-163.
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