Los jardines son una expresión estética de la belleza natural, un despliegue de estilo y buen gusto dentro del mundo urbano, una expresión filosófica de la vida individual y cultural y, a veces, una demostración de estatus.
El ser humano tiene una función adaptativa al medio, que es la que media entre la sociedad y el medio ambiente físico, intercambiando los recursos naturales con los sociales, adaptando el mundo natural al social y viceversa. Existe una capacidad adaptativa generalizada que la evolución humana ha conferido y, como resultado, las sociedades tienen la capacidad de adaptación a las circunstancias.
La percepción de la naturaleza por parte del ser humano ha cambiado a lo largo del tiempo. El primer cambio se da cuando el hombre pasa de nómada a sedentario y ve la necesidad de rodearse de naturaleza. Al principio estos espacios tenían una utilidad concreta, ya que únicamente se destinaban a cultivos propios del hogar. Poco a poco estos espacios van avanzando y convirtiéndose en necesarios para la vida rutinaria. Era necesario rodearse de lujos y poder, el poder de tener a la naturaleza donde no la hay.
La domesticación y dominación de la naturaleza ha supuesto un punto de inflexión y diferenciación entre las diferentes épocas, culturas y religiones. A pesar de ello, todas poseen en común que el ser humano ganó comodidad, pero se perdió la visión del espacio natural que nos había acompañado miles de años antes. Cada sociedad, cada cultura que ha pasado a lo largo de diferentes épocas, ha adoptado un punto de vista diferente de la naturaleza según cómo la traían a su zona de confort. Es decir, los jardines representan la humanización de la naturaleza. El jardín nace cuando se busca la satisfacción corporal y espiritual inspirada por la presencia de la vida vegetal en un espacio recogido y pacífico.
Los primeros jardines datan de la cultura egipcia. En los jardines egipcios dominaba la jardinería útil, en la que todo tuviese un fin concreto, principalmente la alimentación, así como el diseño geométrico. Abundaban los estanques con flores de loto rodeados por hileras de acacias y también algunas típicas de su zona geográfica, como las palmeras. Se trataba de darle un toque de sombra y frescor a una zona con clima desértico. Por ejemplo, en los estanques abundaba la cría de peces comestibles o las palmeras se colocaban de forma concreta para que dieran sombra.
Sin embargo durante el Imperio Nuevo (1550-1069 a.C.) estas zonas verdes se tornaron a un aspecto más estético y placentero. Los jardines tomaron más finalidades: medicinales, de culto, estéticos… pero continuaba primordialmente el uso utilitario. No sólo los ricos poseían jardines, sino que también los hogares más humildes tenían cerca un huerto-jardín o pequeños recipientes con flores en el patio.
La costumbre de ser acompañado por sus posesiones hacia el más allá hace que queden claros ejemplos de estos jardines representados en las tumbas y los templos. Este es el caso de Meketre, canciller del faraón Mentuhotep II, en cuya tumba se encuentran maquetas de su casa que incluían el jardín, con un estanque rectangular redondeado con tres canales de desagüe.
Diferentes fuentes arqueológicas afirman que los patios egipcios y los mesopotámicos coincidían en estructura y en sus elementos. Esto parece lógico, ya que se trataba de imperios vecinos únicamente separados por el mar Rojo y una franja norte (Jordania).
De Mesopotamia son los jardines más conocidos, una de las siete maravillas del mundo, los jardines colgantes de Babilonia, atribuidos a Nabucodonosor II hacia el 600 a.C. En ellos se situaban los “zigurat”, pirámides escalonadas donde habitaba el dios y sólo tenían acceso a ellos los sacerdotes. La vegetación era abundante y se unían entre sí a través de terrazas. Éstas estaban rellenas de más plantas que colgaban al vacío. Por lo tanto, por los escritos encontrados, estos jardines creaban un extraordinario escenario sensorial, simbólico y místico. Sin embargo, no encontramos gravados, dibujos o restos que demuestren la ubicación y estructura del mismo. Únicamente encontramos muchos escritos a través de los cuales podemos conocer cómo eran. Estos jardines no llegaron al año 126 a.C., cuando la ciudad fue destruida.
Los persas continuaron con la jardinería mesopotámica. En la antigua Persia, alrededor del 600 a.C. la percepción del jardín cambia, siendo un lugar de recreo cerrado. Su diseño era cuadrado, procurando tranquilidad espiritual y recreativa, ejemplificando el paraíso en la Tierra. Todos los palacios más majestuosos tenían estos jardines paradisíacos. De este tipo también son los jardines clásicos musulmanes.
El jardín islámico persigue la intimidad y el aislamiento. Representa una zona de recreo para los sentidos, pero de forma privada, cerrada al exterior. El concepto islámico del jardín es la representación terrenal del Paraíso que se promete a sus fieles en el Corán.
Todo se centra en el agua, elemento decorativo de mayor visibilidad. Las grandes fuentes, las pilas, los estanques y las largas acequias por donde el agua fluye de diversas formas nunca faltan en los jardines árabes. A su alrededor se colocaban árboles frutales y plantas aromáticas como azahar, jazmín y lavanda. También se utilizaba el ciprés, el naranjo, limón, boj, lavandas, malvones y geranios.
La cultura árabe ha destacado por su control sobre el agua. Al situarse en zonas con escasa pluviometría, debían controlar tanto el regadío como la vegetación. Esta situación, surgida de la necesidad, ha provocado que fueran verdaderos expertos en técnicas de regadío. Al no poder utilizar la figura humana como elemento decorativo, ya que la religión musulmana no lo permitía, los elementos decorativos son sencillos, abundando el uso de azulejos y cerámicas con colores vivos. Un claro ejemplo de ello son los jardines de la Alhambra y el Generalife en Granada y el Alcázar de Sevilla.
Este concepto de jardín como lugar sagrado también se contempla en los jardines griegos, aunque de manera diferente debido al politeísmo de su pueblo.
La jardinería griega mantenía el jardín en su propia naturaleza, encontrando estatuas de los dioses en los bosques y montes. Estos lugares servían de punto de reunión y debate, ya fuera filosófico, académico, político…
Un ejemplo de ello es el caso de Epicuro de Samos, que fundó en Atenas su escuela filosófica llamada “El Jardín” alrededor del 306 a.C., donde permaneció el resto de su vida. Este lugar servía para desarrollar las ideas sobre el amor hacia el espacio natural, ajeno a la ciudad, y su ideal de vida oculta y rechazo a los pensamientos políticos e intelectuales de la academia platónica. El jardín pasa a ser un punto de sabiduría, alejado del bullicio de la ciudad. Un retiro intelectual en el que se desarrollaban las mayores mentes filosóficas de la época.
Todo elemento arquitectónico importante “potenciaba” su importancia de culto al introducirle elementos vegetales. Se intercalaban estatuas y altos árboles. Esto no sólo se produjo para abundar con sombra las zonas de ocio, sobre todo con grandes moreras. Sobre todo, destacó el interés práctico de proporcionar frutas y verduras, plantas aromáticas, etc.
En cierto modo, la cultura griega que rodeaba el jardín se parece mucho a la oriental. Compartían ese culto a la naturaleza como un lugar sagrado y de esparcimiento, los jardines eran un lugar de aislamiento y observación de los elementos naturales. Los jardines chinos poseen tres elementos ornamentales principales: piedra, agua y elementos vegetales. Son jardines paisajistas, muy coloridos, que intentan atraer la naturaleza a las residencias habituales. En Japón se desarrolló un estilo propio de paisajismo, siguiendo las pautas de los chinos. Se empleaban, sobre todo, tonos verdes y marrones, los tonos de la naturaleza, las rocas, las maderas… En los jardines japoneses se aunaban el dominio de la naturaleza con la estabilidad mental y corporal, como es el caso del cuidado de los bonsáis. Era una expresión minimalista del Universo, copiando los bosques y la naturaleza salvaje en un pequeño terreno privado.
En los casos anteriores, estos jardines se asociaban a la riqueza intelectual, ya fuera individual o grupal. El caso contrario se muestra en los jardines romanos, de los que aún quedan restos físicos en las ruinas de las ciudades, por lo que son las primeras muestras visibles. Los jardines pasaron a ser símbolo de riqueza, abundando en los palacios y las casas de los personajes más poderosos.
No sólo poseían un jardín como lo conocemos hoy en día, sino que los romanos crearon las casas adosadas a los grandes jardines, las Villas ajardinadas. Estas ostentosas viviendas implicaban poder y grandeza, eran adornados por monumentos, plantas, juegos de agua (como fuentes y cascadas). Cualquier elemento del jardín debía ser un símbolo de poder y jerarquía. Incluso se recogían plantas y monumentos de sus conquistas y se colocaban en los jardines. Un ejemplo de esto que se puede ver en la actualidad es la Villa de Adriano.
Ya en el siglo XXI el motivo de esta necesidad de una zona verde cambia, pasando a ver estas zonas como zonas libres de contaminantes, sostenibles, que compensan nuestros excesos con el medio ambiente. El prototipo de parque municipal surgió en el siglo XIX, en Central Park (Nueva York, EEUU) en 1858, con el que se pretendía satisfacer la necesidad pública de una zona verde dentro de las grandes ciudades. En España, el primer jardín público se construyó en el año 1574: la Alameda de Hércules (Sevilla). Se clasifica como el jardín público más antiguo de España y de Europa.
La Alameda de Hércules de Sevilla reúne muchas de las características de los jardines antiguos. Se trata de un espacio de paseo y saneamiento de la ciudad, así como un lugar de culto, por la presencia de dos columnas de gratino procedentes de un templo romano, que representaban los dos míticos fundadores de la ciudad: Hércules y Julio César.
En definitiva, el desarrollo histórico de los jardines ha dependido directamente de la cultura y la época en la que se desarrollaran. En cualquiera de los casos se comparte el punto de vista de que el contacto con la naturaleza beneficia al ser humano, por lo que la planificación urbanística ha tenido que tenerlo en cuenta a la hora de desarrollar las ciudades. Los parques públicos pasan a ser los “pulmones” de las ciudades. Los espacios públicos arbolados sirven para pasear, hacer ejercicio, airearse, nutrirse de la naturaleza… y en ellos se desarrollan las mejores prácticas sociales, que se han acomodado a estos espacios públicos.
Llevarnos la naturaleza a casa y además dominarla da mucho poder y placer al ser humano. Los jardines, al fin y al cabo, no son más que otra forma de expresión del naturalismo y de la dominación humana. Nuestro ego y ansia de dominación queda cubierto con esta domesticación.
Bibliografía:
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Webs visitadas:
- “Amigos del antiguo Egipto” http://amigosdelantiguoegipto.com/ Última entrada: 29/09/2016.
- “Infojardín” http://articulos.infojardin.com/boletin-archivo/5-breve-historia-de-jardineria-historia-del-jardin.htm Última entrada: 3/10/2016
- Gardencenterejea http://www.gardencenterejea.com/entrada.php/tema-1–historia-de-los-jardines/104 Última entrada: 3/10/2016
- “Paisajistasmarbella” http://www.paisajistasmarbella.com/2012/11/historia-del-jardin-en-la-antiguedad/ Última entrada: 3/10/2016
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