El ser humano quiere controlar y conocer su entorno para manejarlo en su propio beneficio. Este carácter innato nos hace únicos en el reino animal, ya sea para bien o para mal. Este proceso de manejo, adecuación y transformación de animales por el hombre es un poco más antiguo que el dado con los vegetales, pero su objetivo es similar: garantizar el abastecimiento de alimento; aunque con el tiempo surgieron otros usos de los animales que los vegetales no podían aportar: producir energía, proporcionar protección o incluso compañía. A lo largo de los siglos el listado de especies domesticadas ha aumentado drásticamente, siendo ahora hasta difícil definir qué es un animal doméstico. En términos biológicos, la domesticación implica la modificación genética de plantas y animales producidas por el ser humano. También se conoce como selección artificial o antrópica, ya que los humanos seleccionan de manera directa o indirecta las características de individuos o poblaciones. Pero que el ser humano domesticase a un animal no sólo afectaba a éste, sino que el propio ser humano se ve influenciado no sólo en sus costumbres y hábitos de vida, sino que puede incluso afectar a su ADN y fisiología.
El término “doméstico” proviene del latín domestĭcus que significa perteneciente a la domus, a la casa; refiriéndose al hecho de trasladar una población de plantas o animales de su estado silvestre a las viviendas, ya sea campos de cultivo o jardines.
El estudio de la domesticación ha sido clave en las investigaciones del comportamiento animal y la evolución. De hecho, Charles Darwin dedica su primer capítulo de “El origen de las especies” a este tema. En aquel entonces, la Inglaterra del siglo XIX, durante la expansión del Imperio Británico, el comercio amplió el mercado del intercambio de mercancías, entre ellas de animales domesticados. Aquí destacó la evidencia de que la domesticación depende de las condiciones y necesidades locales del ser humano.
El proceso de domesticación, conocido como la revolución del Neolítico, tuvo lugar alrededor del 10.000 ANE. Algunas de las poblaciones humanas pasaron de cazadores y recolectores a agricultores y ganaderos, cambiando también de hábitos nómadas a sedentarios, permitiendo el desarrollo de sistemas sociales y civilizaciones asentadas.
La selección artificial ha permitido desarrollar nuevas razas de animales en respuesta a los cambios ambientales, a la amenaza de enfermedades, a las nuevas necesidades nutricionales del ser humano, la evolución de las condiciones del mercado o de las necesidades de la sociedad.
Una dieta rica en almidón convirtió al perro en el mejor amigo del hombre.
El lobo gris (Canis lupus) es el antepasado del perro doméstico (Canis lupus familiaris), que evolucionó hace unos 14.000 años. Su aspecto y comportamiento social ha variado mucho e incluso se modifica según la raza de perro. Las funciones del perro han ido cambiando con el tiempo: cazador, pastor, guardián, de tracción, camillero, de rescate, en el espectáculo, para el deporte o de compañía.
El origen, tanto geográfico como temporal, de la domesticación del perro tiene diversas hipótesis. La primera tiene su origen en la época en la que las poblaciones eran cazadores-recolectores, donde se cogían las crías de lobo de las madrigueras para domarlos y utilizarlos para la caza. La otra alternativa es que los lobos se fuesen acercando a las poblaciones asentadas de humanos para alimentarse de los residuos durante la época del desarrollo de la agricultura. Sin embargo, ambas coinciden en que el perro fue domesticado por el origen de la agricultura.
La clave se encuentra en las diferencias entre el ADN del lobo y del perro. La enzima amilasa, que permite digerir el almidón, es la clave para que la domesticación permitiera que los perros primitivos se adaptaran a la dieta de una sociedad agrícola.
En la metabolización el almidón hay tres genes clave que codifican la amilasa, la maltasa y el cotransportador sodio-glucosa. La amilasa asimila el almidón en carbohidratos más cortos, la maltasa los transforma en azúcar y el transportador la bombea a través de la membrana del intestino delgado.
Los perros tienen hasta 7 veces más copias del gen para la amilasa que los lobos, por lo que digieren mejor el almidón; también la maltasa se multiplica por cinco, por lo que los perros poseen mayor nivel de azúcar; pero se desconocen los datos exactos sobre el transportador de glucosa, aunque se sabe que está presente.
Los lobos poseen estos tres genes, pero probablemente la evolución haya hecho que los perros lo utilicen de forma mucho más eficiente que los lobos.
La mayoría de las razas de perro tienen números elevados de amilasas y las especies que no están relacionadas con sociedades agrícolas, como el dingo o el husky siberiano, no tienen. Este gen también se encuentra en los lobos, por lo que no se desarrolló exclusivamente en los perros. Por lo tanto, es probable que se domesticaran de forma independiente en diferentes lugares del mundo.
Las vacas modificaron nuestro ADN.
Hace unos 10.000 años apareció una mutación en la enzima lactasa, una mutación en el promotor de la lactasa que elimina el inhibidor y hace que se asimile la lactosa, lo que permitió al hombre digerir la leche durante toda su vida.
La domesticación de la vaca consiguió modificar la genética del ser humano. La leche debía alimentar a los mamíferos en sus primeros años de vida hasta abandonar el pecho materno y comer como el resto. Para asegurar este hecho, la evolución favoreció que el gen que produce la lactasa, enzima intestinal que digiere la lactosa, se apagase a partir de ese momento. Sin embargo, al final de la última glaciación, los humanos fueron aprovechando la leche de sus vacas domesticadas que, aunque de por sí les daba dolor de estómago, al fermentarla y convertirla en yogur o queso no producía problemas digestivos.
En estos ganaderos comenzó a aparecer esta mutación, que fue extendiéndose hasta que la mayoría de la población ha recuperado su capacidad de digerir la leche toda su vida. Esta mutación fue muy paulatina, comenzando en las regiones al Norte de Europa. Una teoría apunta que la relación entre la tolerancia a la lactosa y la localización se debe al Sol, ya que para asimilar el calcio es necesaria la vitamina D, cuya principal fuente es esta estrella. Esta teoría lleva a pensar que en los países del Norte, donde la radiación UV es menor, hay mayor intolerancia a la lactosa.
De hecho, la domesticación de la vaca permitió el crecimiento de la población en los desiertos y colonizarlos, por un alto nivel cárnico y su resistencia a la sequía. Probablemente, sin la vaca, el ser humano no habría sido capaz de sobrevivir largas travesías en el desierto.
Uso del caballo para la expansión de lenguas y de desigualdad.
La domesticación del caballo (familia Equidae) surgió por la zona de Ucrania-Kazajistán hace unos 5.500 años. Su objetivo era el de proporcionar alimento, pero pronto se convirtió en una forma de transporte rápida.
Gracias a esta especie los imperios pudieron extenderse con mucha mayor comodidad. A su domesticación se le atribuye no sólo la expansión de las poblaciones y los campos de guerra, sino la de las lenguas. Al poder moverse con mayor soltura, el ser humano podía trasladarse a cualquier parte a caballo. Esto promovió el intercambio de lenguas y culturas de una forma mucho más cómoda y ligera.
Incluso a la posesión de estos animales se le atribuye el origen de la desigualdad entre los humanos. Al analizar el tamaño de las casas desde el inicio de la domesticación, se descubrió que las casa más grandes eran aquellas que poseían caballos, ya que estos requieren de mayor espacio para vivir. A mayor espacio, mayor coste, por lo que las familias con caballos debían tener grandes ganancias para mantenerlos. Su domesticación y su uso en la guerra propició la aparición de la nobleza guerrera y conquistadora.
Domesticación animal por supervivencia humana
A nivel general, domesticación de estos animales por parte del ser humano ha provocado una serie de consecuencias como la superpoblación, las diferencias de desarrollo entre regiones y la zoonosis.
En resumen, el proceso de domesticación, que empezó con agricultores primitivos, ha ido mejorando sus técnicas con el tiempo, permitiendo la transformación de poblaciones de plantas y animales silvestres en los productos de origen animal y vegetal que hoy consumimos. La domesticación es un proceso evolutivo dirigido por el ser humano, por la selección antrópica, que ha logrado un cambio en la relación entre el hombre y la naturaleza, así como en su propio comportamiento.
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